The New York Times | MÚSICA > La disquera que propaga la cumbia mexicana en Estados Unidos | Por GREGORY SCRUGGS 15 abril 2017


Jorge Ariano, un DJ conocido como Sonidero Rumbandela, lanzó una serie de saludos en la fiesta donde se celebraba el lanzamiento del disco "¡Un Saludo! — Mexican Soundsystem Cumbia in LA". CreditFarah Sosa

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LOS ÁNGELES — Un miércoles por la noche hace algunos días, Elsa Miriam Escobar, una DJ de 47 años, observó a la multitud que estaba en La Cita, un bar mexicano en el centro de la ciudad. Un grupo de parejas bailaba y giraba al ritmo de la cumbia mientras los espectadores tomaban cervezas. Algunos le pasaron mensajes escritos en servilletas, pero no eran pedidos de canciones.
Escobar transcribió los mensajes y le entregó la lista a Jorge Ariano (un DJ conocido como Sonidero Rumbandela), quien usaba reproductores de CD y una laptop para hacer malabares con el potente ritmo de la guacharaca y el güiro, acompañados por el acordeón, la guitarra y el bajo. “¡Un saludo para José, otro para Adriana!”, leyó, con la voz de un maestro de ceremonias.
Los saludos para gente del público, ya fueran personas presentes en el bar o que estuvieran viendo la transmisión a través de Facebook Live, nunca se detuvieron y casi opacaron la música. Aunque estas interrupciones constantes podrían frustrar a quienes bailan en otros clubes, los gritos ante el micrófono son algo habitual en el mundo de la cumbia sonidera mexicana.
La cumbia tiene sus raíces en la cultura afrolatina de la costa caribeña de Colombia. La variación mexicana es más lenta e incluye instrumentos como el piano, que es menos popular en las variantes sudamericanas. La cumbia mexicana, que es tan peculiar, requiere de la participación de un sonidero, es decir, un DJ que no solo pone las canciones, sino que también recita algunos mensajes mientras las reproduce.
Los Ángeles alberga a la comunidad mexicana más grande de Estados Unidos y es la columna vertebral de la cultura de la cumbia sonidera al norte de la frontera. Hasta 4000 personas visitan el salón Lazaros, un local de baile de la ciudad, y las fiestas caseras retumban al ritmo de la cumbia desde Compton hasta Boyle Heights.


“Las voces de los sonideros crean una presencia sónica simultánea entre México y Estados Unidos, entre aquí y allá”.
ALEXANDRA LIPPMAN, ANTROPÓLOGA CULTURAL DE LA UNIVERSIDAD DE CALIFORNIA-DAVIS

La primera semana de abril, durante la fiesta en La Cita, esta floreciente escena musical transfronteriza celebró a uno de sus íconos más prolíficos: Discos Barba Azul. De 2006 a 2013, este sello independiente dirigido por un solo hombre, Vicente Pedraza, lanzó cerca de 150 grabaciones en CD. Trece de los mejores discos de Barba Azul ya están disponibles en vinilo, casete y MP3 a través de una compilación llamada ¡Un Saludo! — Mexican Soundsystem Cumbia in LA. El sello discográfico neoyorquino Dutty Artz realizó el lanzamiento de esta producción el 14 de abril, en colaboración con Songs From Home de Portland, Oregon, una empresa conjunta del especialista etnográfico Sahel Sounds y Mississippi Records, el sello especializado en reediciones.
“Discos Barba Azul realmente ayudó al ambiente de la cumbia”, dice Ariano, de 38 años. “Los jóvenes de la nueva generación que quieren ser sonideros le deben mucho a Pedraza”.
Pedraza, de 42 años, comenzó el sello después de pasar varios años al frente de una pequeña tienda de música en South Broadway, en el centro de Los Ángeles. Sus clientes le pedían cumbia sonidera y, ese momento, tuvo que confesarles que no había escuchado esa música, así que comenzó a buscar discos de sellos mexicanos que no se distribuyen en Estados Unidos.
En 2006, después de aprender sobre ese tipo de música, se ofreció a financiar las sesiones de grabación de diversas bandas en estudios mexicanos. A cambio le enviarían las cintas para hacer la posproducción y fabricar los discos en Los Ángeles. En vez de obtener regalías, las bandas recibían una tarifa fija por adelantado, además de los discos.

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Las personas acuden a los locales de fiesta para bailar cumbia, pero también van para escuchar los saludos a familiares y amigos que anuncia el sonidero. CreditFarah Sosa

Antes de comprometerse con un álbum completo, Pedraza probaba el mercado haciendo compilaciones que vendía en las reuniones de intercambio que se hacen en todos los barrios mexicanos de Los Ángeles. “Cuando los clientes pedían un CD entero de una banda específica, les decía que no la tenía, pero que la conseguiría en un mes”, dijo.
Pedraza es un promotor incansable: viajó a fiestas de sonideros y estaciones de radio en ciudades de California y Texas, además de Chicago, Phoenix, Atlanta y Denver. Si no estaba seguro del potencial de una pista, le pedía al sonidero que la tocara en vivo para evaluar la respuesta de la gente.
Para los sonideros, el material de Discos Barba Azul era indispensable. Pedraza calcula que, en su momento cumbre en 2007, su sello lanzó al menos dos o tres canciones que cada noche formaban parte de las listas de cumbia sonidera en Estados Unidos y en algunas de las regiones de México donde la cumbia es muy popular, como Puebla, León, Monterrey y Ciudad de México.
Diego Guerrero, de 33 años, es un DJ que trabaja con el colectivo Metralleta de Oro y descubrió la obra de Pedraza en las reuniones de intercambio de Los Ángeles. “Barba Azul trajo la cumbia a la edad moderna con su sonido de alta definición”, dijo. “Mis padres decían que la cumbia era música de gente pobre, pero no me importaba porque el ritmo me recordaba al reggae”.
Aunque la tradición cultural del DJ —que impulsa a la multitud a pasar un buen rato— es familiar para muchos, el enfoque principal del sonidero es único en la vida de los inmigrantes mexicanos. Los sonideros pasan gran parte de su tiempo anotando nombres para recitarlos en el micrófono; esto se usa para conectar a familiares y amigos separados por largas distancias. Alguien en Los Ángeles puede mandarle un saludo a un primo en Puebla, y el destinatario lo escucha cuando sintoniza la lista de reproducción de ese sonidero.
“Barba Azul es un portal que va desde los barrios de Puebla y Ciudad de México hasta los vecindarios al este y sur de Los Ángeles”, dijo Guerrero.
En el pasado se grababa en vivo una pista llena de saludos y después se vendía en cintas a comunidades mexicanas de Estados Unidos, y también de vuelta a través de la frontera. Hoy es más probable que se divulgue en línea o en directo. Esa tendencia digital colapsó a Discos Barba Azul porque las ventas en físico se desplomaron cuando la mayor parte del material terminó publicado en YouTube.
Alexandra Lippman, antropóloga cultural de la Universidad de California-Davis, compiló ¡Un Saludo! y dijo que, aunque el saludo puede parecer un acto simple, tiene un significado profundo. “Los fanáticos de la cumbia hablan a través de la voz del sonidero para saludar a su familia y recordar los pueblos de donde provienen”, dijo. “Las voces de los sonideros crean una presencia sónica simultánea entre México y Estados Unidos, entre aquí y allá”.
Frente al tenso clima político alrededor de los inmigrantes y la frontera entre Estados Unidos y México, la cumbia sonidera ofrece un bálsamo. “Los saludos grabados son capaces de cruzar las fronteras de una forma en que la gente no puede hacerlo”, dijo Lippman. “Conectan a las familias y los seres queridos”.
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