The New York Times | México: de país de tránsito a nación refugio | Por KIRK SEMPLE 13 febrero 2017


Migrantes en Caborca, México. El año pasado más de 8100 extranjeros pidieron asilo en México, casi tres veces más que en 2015. CreditAlfredo Estrella/Agence France-Presse — Getty Images

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SALTILLO, México – Cuando sus hijos dejan el apartamento por la mañana, Wendy ya no se preocupa de que no puedan llegar vivos a la escuela. Los recuerdos de las pandillas que atormentaban su vida en Honduras van quedando en el pasado poco a poco.
La familia huyó de su casa el año pasado después de que miembros de una pandilla intentaron reclutar a sus hijos, amenazándolos con matarlos si no lo hacían. Recibieron asilo en México y así se convirtieron en residentes permanentes del país.
“Como podrán imaginarse, no es fácil comenzar de nuevo”, dijo Wendy durante una entrevista en esta pequeña ciudad al noreste de México, donde la familia decidió establecerse. “Pero estamos mejor aquí porque estamos más seguros”.
Durante mucho tiempo, Estados Unidos ha sido el destino soñado para muchos migrantes latinoamericanos, ya sea porque huyen de la pobreza, agitación política, desastres naturales o la violencia. Sin embargo, ahora muchos están echando raíces en México, legal o ilegalmente, en lugar de tomarlo solo como el camino hacia Estados Unidos.
Tienen muchas razones para quedarse. Cruzar la frontera entre México y Estados Unidos se ha vuelto cada vez más difícil, dicen los migrantes, en especial porque las tarifas de los coyotes han aumentado y las fuerzas policiales son más severas. Algunos se desaniman por la gran cantidad de peligros en la ruta a través de México. Otros creen que podría ser más fácil cumplir con los requisitos de algún tipo de estatus legal en México que en Estados Unidos.
Sin embargo, en semanas recientes, hay otro factor de peso entre los migrantes que se dirigen al norte: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Aunque no todos los detalles de sus declaraciones recientes sobre política migratoria se han vuelto parte de los rumores que se esparcen entre migrantes, sus promesas anteriores de restringir la inmigración han resultado en una creciente percepción entre ellos de que Estados Unidos se está volviendo menos hospitalario para los inmigrantes, ya sea con documentos o sin ellos.
“Aquí por lo menos le caes bien a la gente y te ayuda”, dijo Josué, de 31 años, un inmigrante de Honduras que se aloja en Casa del Migrante, un refugio para migrantes en Saltillo. “¿Por qué querrías ir a una país donde no te quieren?”. (Al igual que otros migrantes entrevistados, Josué solicitó anonimato parcial, debido a que es indocumentado. Otras personas entrevistadas que buscan asilo temen que sus perseguidores los encuentren).
Josué llegó a México hace casi un año con la intención de pasar hacia Estados Unidos, contó. Pero pudo encontrar trabajo y le gustó México, así que decidió quedarse por un tiempo antes de retomar su camino.
Sin embargo, con el ascenso de Trump y sus promesas de reforzar las fronteras de Estados Unidos y aumentar las deportaciones, Josué ha decidido quedarse en México en el futuro cercano.
“En mi caso, me gustaría trabajar en Estados Unidos”, dijo hace poco durante una entrevista en Casa del Migrante. “Pero este presidente no quiere a nadie porque nadie le cae bien”. Josué ahora está investigando la manera de legalizar su estatus en México.

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Una familia salvadoreña posa para un retrato en un albergue de Tapachula, México. La mayoría de los solicitantes de asilo en México son de origen centroamericano. CreditMauricio Lima para The New York Times

La cantidad de migrantes que deciden quedarse en México todavía se considera una pequeña fracción de los cientos de miles que usan el país como corredor para entrar a Estados Unidos.
Sin embargo, el atractivo creciente de México se refleja claramente en el programa de asilo del país. El año pasado, más de 8100 extranjeros solicitaron asilo, casi tres veces más que en 2015, y alrededor de quince veces más que el número que lo hizo hace cinco años.
En 2016, al 63 por ciento de los solicitantes, sin incluir a aquellos que abandonaron su caso durante el proceso de revisión, se les otorgó asilo o alguna otra forma de protección, en contraste con el 46 por ciento en 2015, según estadísticas oficiales.
La gran mayoría de los solicitantes en los últimos años provienen de El Salvador y Honduras, que han estado sacudidos por la violencia de las pandillas.
El aumento en las solicitudes de asilo en México también se debe, en parte, al incremento en las detenciones en el flanco sur del país, el efecto de un plan respaldado por Estados Unidos, el cual comenzó en 2014, para controlar mejor el flujo de personas y bienes que cruzan la frontera entre México y Guatemala. Después de ser detenidos por los funcionarios de migración, algunos se enteran de que pueden ser elegibles para el asilo, ya sea a través de lo que les dicen otros detenidos o durante las revisiones con los oficiales de inmigración.
“Muchos llegan aquí sin saber que las experiencias por las que han pasado son perfectas para solicitar asilo”, dijo Javier Martínez Hernández, un abogado de Casa del Migrante, la cual ayudó a más de cien migrantes a solicitar el estatus de refugiado en 2016, más del doble que en 2015.
Si las tendencias actuales perduran, los funcionarios de las Naciones Unidas predicen que México podría recibir más de 20.000 solicitudes de asilo durante este año.
No obstante, los grupos de activistas y derechos humanos creen que la población de los migrantes potencialmente elegibles para la protección aquí en México es mucho mayor.
Buena parte de los más de 147.000 extranjeros deportados el año pasado, por ejemplo, pueden no haber sabido que eran elegibles y no se les dio la oportunidad de presentar su caso antes de su deportación, dicen los activistas.
El gobierno mexicano ha hecho mejoras a su sistema de asilo en los últimos meses, incluyendo un aumento de su personal y modificaciones al proceso de selección para asegurarse de que los migrantes elegibles tengan la oportunidad de solicitarlo. Las autoridades mexicanas también han comenzado a liberar a los solicitantes de asilo que se encuentran detenidos mientras esperan la resolución de sus casos, un proceso que a menudo toma tres meses o más, y han mejorado el acceso de los solicitantes a ayuda humanitaria así como asesoría legal y psicológica, dicen funcionarios.
“El gobierno mexicano ha reconocido que este es cada vez más un asunto de refugiados”, dijo Mark Manly, representante en México de la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR. Manly añadió que las autoridades mexicanas han hecho un “verdadero progreso” al mejorar los procedimientos y servicios para los solicitantes de asilo.
Junto con las Naciones Unidas, el gobierno ha copatrocinado un programa piloto realizado en Saltillo para ayudar a integrar a los solicitantes de asilo a la sociedad mexicana. Este, que comenzó en agosto pasado, ha incluido hasta ahora a 38 asilados. De ellos, 26 continúan en el programa, mientras que el resto se ha ido a otros lugares.
Saltillo fue escogido como el lugar para echar a andar el programa porque ahí hay muchas oportunidades de trabajo y es relativamente tranquilo y seguro, dicen los funcionarios de las Naciones Unidas.
Varios participantes del programa dijeron que la vida en México no ha sido fácil, a pesar de la ayuda que han recibido. Ha sido difícil que el dinero alcance: los salarios mínimos apenas alcanzan para cubrir los gastos. Además, con el fin de desconectarse del mundo amenazante que dejaron, muchos de ellos han cortado toda relación con amigos, familiares y antiguos colegas en su tierra natal.
“Es muy triste dejar todo en tu país”, dijo Ana, de 41 años, una salvadoreña que emigró a México con su hijo de 18 años y sus dos hijas, de 15 y 21, respectivamente, después de que las pandillas trataron de reclutar a uno de sus hijos y comenzaron a amenazar a una de sus hijas. “¿Se imaginan? Teníamos todo. Mis hijos estudiaban y ahora duermen sobre el suelo. No es fácil”.
Aun así la familia destacó que están más contentos en México, en gran parte porque ya no temen por su vida.
“Dejé a todos mis amigos y a mi familia, pero después de lo que pasó, irnos fue una gran alegría”, contó el hijo mayor de Ana, Fernando, de 18 años, quien encontró trabajo aquí limpiando cuartos en un hotel. Su hermana mayor, que planeaba entrar a la universidad en El Salvador para estudiar medicina, ahora trabaja en la lavandería de otro hotel.
Aun así, para muchos es difícil de extinguir la tentación de Estados Unidos con sus promesas.
Wendy, la hondureña, y su esposo, José, han encontrado empleo: él trabaja con un proveedor de aires acondicionados y ella hace la limpieza de una casa. Sus hijos están contentos en su nueva escuela y haciendo amigos. Sin embargo, a la familia le es difícil cubrir todos sus gastos.
“Todavía tengo ese deseo de ir a Estados Unidos o Canadá algún día”, admitió José mientras estaba sentado en la cocina con Wendy. Ambos vestían abrigos de invierno dentro de la casa porque no pueden pagar calefactores que los protejan del frío.
Su esposa se dio cuenta de la dirección que tomaba la conversación (un camino que claramente han recorrido muchas veces) e intervino. “Nuestra idea es tener una casa y un negocio propios. Esa es la idea”, dijo con entusiasmo. “Si tuviéramos una casa propia, me quedaría aquí por el resto de mi vida”.