MOSCÚ — El Kremlin planea pasar por alto el centenario de la Revolución Rusa.
No parecen ser relevantes las revueltas de 1917 que transformaron al país y al mundo, terminaron con el largo reinado de los zares e iniciaron la época comunista que dio paso a la confrontación ideológica con Occidente, la cual todavía se hace sentir.
El 12 de marzo, la fecha comúnmente reconocida como el inicio de los levantamientos, no fue un día feriado. Tampoco hubo una interpretación oficial por parte del gobierno, como la que estipulaba que la Segunda Guerra Mundial fue una “Gran Victoria”.
La razón más probable, según algunos funcionarios del Kremlin, historiadores y analistas, es que el presidente Vladimir Putin detesta la idea de revolución, sin mencionar el ver a rusos bailar en las calles para celebrar el derrocamiento de cualquier gobernante. Incluso, 1917 ensucia la versión que da el Kremlin de que la historia rusa es una marcha larga y unificada hacia la grandeza, la cual debe inspirar un sentimiento de orgullo y propósito nacional.
La explicación oficial, por otra parte, es que Rusia sigue muy dividida por las consecuencias de aquel fatídico 1917 y se busca evitar las disputas domésticas.
“Para un grupo de personas, la revolución fue la sentencia de muerte de la Gran Rusia, fue el ‘Brexit’, cuando detuvimos nuestro desarrollo en Europa”, dijo Mikhail Shvydkoy, representante especial de asuntos culturales de Putin. “Para muchas otras personas, el pasado soviético fue la mejor época de sus vidas”.
Shvydkoy afirmó que Putin se esfuerza por unir al país y “cualquier festividad que celebre el Estado solo profundizaría estas divisiones”.
En 1917 en realidad hubo dos revoluciones. En la Revolución de Febrero (que ahora cae en marzo, pues el calendario es distinto) fue depuesto el zar Nicolás II y fue sustituido con un gobierno provisional que introdujo reformas liberales como el sufragio universal. Ocho meses después, en lo que los soviéticos llamaron la Gran Revolución Socialista de octubre, Vladimir Lenin y su facción bolchevique armaron un golpe de Estado que dio lugar al primer Estado comunista del mundo.
“Conocemos bien las consecuencias que pueden tener estas convulsiones históricas”, afirmó Putin en diciembre durante su discurso del Estado de la federación. “Desafortunadamente, en el siglo XX nuestro país sufrió muchas de estas convulsiones y sus consecuencias.”
Poco antes, en un foro público en el que criticó a Lenin, afirmó: “No necesitábamos la revolución mundial”.
Las críticas de Putin a la revolución contrastan significativamente con los tributos que usualmente le rinde a la historia rusa. El presidente relegó el aniversario al universo académico y designó un comité especial para organizar seminarios y otros eventos.
Uno de los problemas es que hay una carencia de figuras heroicas de la revolución. El zar Nicolás II fue depuesto y por lo tanto era débil. Alexander Kerensky, la figura central del gobierno provisional, demostró ser poco efectivo. Lenin fomentó un derramamiento de sangre atroz y destruyó la Iglesia ortodoxa rusa, un pilar de apoyo para Putin.
“Vladimir Putin no puede compararse con Nicolás II ni con Lenin ni Kerensky, porque no se puede estar orgulloso de esa historia rusa”, dijo Mikhail Zygar, periodista ruso y autor del libro All the Kremlin’s Men, el cual detalla el funcionamiento de los altos niveles del gobierno de Putin. “Nada se puede usar como herramienta propagandística en lo que se refiere a 1917”.
En contraste, el Kremlin ha convertido la Segunda Guerra Mundial en el ápice de la unidad nacional.
Debido a la ausencia de una narrativa oficialista, otras facciones han querido presentar una propia, con frecuencia basándose en sucesos actuales. En un foro reciente, Vladimir Medinsky, el ministro de Cultura, dijo que la revolución recalcó los peligros de dejar que gobiernen los liberales, porque siempre ponen sus intereses propios por encima de los de Rusia.
El Metropolita Hilarión, representante de la Iglesia ortodoxa rusa fuera de ese país y quiene participó en el mismo evento, arremetió contra los que habían destruido el Estado zarista en lugar de buscar un punto medio.
Por su parte, los liberales dicen que un gobierno represor que ignora una vasta desigualdad económica y limita los derechos humanos más básicos debería estar preocupado de que la historia se repita.
“Las autoridades no pueden celebrar el 1917”, explicó el historiador Nikita Sokolov. “Lo que sea que haya pasado, el impulso de la revolución fue la justicia social. Un país con una desigualdad de ese tamaño no puede festejarlo. Además, las autoridades creen que toda revolución es una revolución de colores”. Según el discurso del Kremlin, Rusia ha sido asediada desde hace mucho tiempo por agresores extranjeros y Occidente ha tratado de implantar gobiernos amigables patrocinando agitaciones “de colores” como en Georgia (rosa) y Ucrania (naranja).
Mientras, el Partido Comunista —un eslabón cada vez más débil de la oposición para el cual el establecimiento de la Unión Soviética fue un logro incomparable– tiene planes para celebrar con desfiles en Moscú y otros lugares el 7 de noviembre, el día de la fiesta nacional en épocas soviéticas.
En medio de los desacuerdos hay esfuerzos para que darle vida al centenario.
Zygar, un antiguo editor en jefe del canal independiente de noticias TV Rain, estableció uno de las iniciativas más ambiciosas, llamada “Proyecto 1917”. Después de buscar un gran tesoro entre archivos históricos, él y su equipo compilaron una imitación de Facebook en ruso e inglés para describir en una crónica lo que sucedió en 1917. Utiliza recortes de los diarios personales de cientos de rusos, particularmente de personajes destacados de aquella época, para crear un retrato de cada día, incluido el clima.
Por ejemplo, el 8 de marzo de 1917, a medida que los disturbios por el pan cobraban impulso en San Petersburgo, se puede ver a Nicolás II lamentándose de que sus hijos tuvieran sarampión. Hay otras personas que están concentrados en el caos creciente. Mikhail Rodzianko, jefe de la Duma (el parlamento), escribió: “Hoy algo se rompió y la maquinaria del Estado se descompuso”.
El 15 de marzo, el día de su abdicación, el zar escribió lo siguiente: “Hay traición, cobardía y engaños por doquier,”. Al día siguiente mencionó que estaba leyendo un libro sobre Julio César, aunque evitó hacer alusiones políticas de nuevo hasta abril, resaltó Zygar.
Si el emperador parecía poco emocional o estoico, hay otras lecturas más estimulantes dentro del proyecto. Fue la época grandiosa de la literatura, el ballet, la pintura, la música y el cine ruso: gente como Serguéi Diáguilev, Ígor Stravinski, Serguéi Eisenstein, Vladímir Mayakovski y Kazimir Malévich. En Project 1917 con frecuencia aparecen también contribuciones de personalidades políticas como Lenin, Máximo Gorki y León Trotski.
“Casualmente, casi todos los rusos más famosos del mundo vivieron en ese momento”, comentó Zygar, quien primero tuvo la idea de escribir una historia de esa época titulada El Imperio debe morir, pero después se le ocurrió el sitio web para poder llegar a un público más amplio.
Hay muchos historiadores y demás personas que opinan que Rusia ve a 1917 con cierta ambivalencia. Aunque muchos sienten que destrozó el país, sus símbolos siguen siendo parte de la vida diaria.
En la ciudad de Ekaterimburgo, por ejemplo, hay tanto una iglesia dedicada al zar y a su familia como un monumento al comandante bolchevique que se cree que ordenó la ejecución de esos monarcas, destacó el historiador y teniente general retirado del servicio de inteligencia Leónidas Reshetnikov.
“Vivimos una esquizofrenia histórica, con estos monumentos a Lenin, a todos ellos”, añadió, y criticó a los que protestan en las calles como revolucionarios en potencia.
“¿Cómo le explicamos a los jóvenes que no deben ser revolucionarios, que deben ser ciudadanos leales? Les decimos sí, peleen por Rusia, quiéranla, pero bajo ninguna circunstancia confabulen para deponer, protestar, asesinar”.