Chile, quema de libros, Golpe Militar de 1973. Ilustración por editor tomada de Google Images |
Por
los boquerones que abrieron las bombas que cayeron sobre la Moneda, entró a
gobernar una de las dictaduras más autoritarias y sangrientas que recuerda la
historia de América Latina. Estremecedores relatos del Golpe y Gobierno Militar
han develado a la conciencia del pueblo chileno y del mundo las barbaries
cometidas.
Llegó
a la Moneda el liberalismo ultra, sin más idea de gobierno que dejar el país en
manos de las fuerzas ciegas del mercado, donde se mueven con entera libertad
los capitales nacionales y externos, que se transformaron en las fuerzas vivas
que organizaron la economía y la sociedad chilena.
Los
militares hicieron añico el proyecto de sociedad más igualitario que estaba
construyendo el gobierno del Presidente Allende. De los escombros de la
sociedad del bienestar, surgió una sociedad de mercado que es una enorme
maquinaria de transferencias de poder, dinero y valores que realiza la
población, especialmente los trabajadores, a favor de una minoría que acumula,
allá arriba, en todas las actividades de la economía.
El
resultado es que tenemos un país rico, pero, fuertemente intervenido,
convertido en botín de las trasnacionales y oligarquía nacional, sin que
tengamos posibilidad de cambiar la situación por los candados políticos, y sin
poder contar con los recursos necesarios para enfrentar las reformas urgentes a
la educación, salud, previsión, vivienda, infraestructura, propiedad de los
recursos naturales, etc.
Semejante
sociedad es un orgullo para la derecha; suponen que el Golpe salvo al país,
evitó que cayera en las garras del comunismo mundial o en el caos de la UP. Han
montado cuentos de brujas para lavarse las manos y engañar. La derecha ha
escrito la historia oficial distorsionando los grandes temas nacionales: ¿fue
necesario el Golpe en 1973?; ¿podría repetirse?, y en caso de conflicto social
¿quién debe resolver sobre el camino a seguir?
¿Fue necesario
el Golpe de Estado?
Para
buscar una respuesta lo más objetiva posible se requiere indagar en las causas
del Golpe. Hay causas aparentes o pretextos y causas reales o de fondo. Muchas
personas opinan que el Golpe se podría haber evitado. Recientemente el ex
Presidente Lagos afirmó que durante el gobierno del Presidente Allende las
instituciones y los poderes del Estado funcionaban. Michelle Bachelet, a su
vez, dijo en el acto de los 40 años del golpe, que en esos años “se requería
más democracia, no un golpe”, el “golpe -continuó afirmando- era evitable”.
Incluso, el Presidente Piñera, en el acto organizado en la Moneda, afirmó que
“el golpe fue predecible, pero no inevitable”.
Los pretextos.
Los resquicios. La causa que más aludían por
los políticos de derecha de aquel entonces, eran los llamados resquicios
legales; eran procedimientos compulsivos autorizados en distintos cuerpos
legales, que permitían expropiaciones o intervenciones de empresas por decreto
presidencial o incluso, de algunos ministerios. Los resquicios fueron para el
Gobierno de Allende una vía legal y una oportunidad para efectuar cambios
profundos, que no podían llevarse a cabo por la vía del Congreso debido a los
quorum requeridos. Después, durante 17 años, los militares manejaron el país a
punta de Decretos Fuerza y la derecha guardó grato silencio.
Grupos armados. También se esgrimía a favor
del golpe que habían peligrosos grupos armados en Chile; tan peligrosos eran
esos grupos que el Ejército los desbarató en unas cuantas horas. En Colombia y
México hay grupos armados, desde hace varias décadas, con gran poder de fuego,
y no se les pasa por la mente a los militares asumir el poder de la Nación para
combatirlos.
Discursos. Otros opinan que influyó en
el Golpe la declaración de un líder, de una de las tantas fracciones del PS,
proclamando la vía armada, en un país de amplia clase media, mientras la gran
mayoría de las fuerzas que acompañaban al gobierno de Allende estaban por la
vía pacífica, siendo uno de los tantos llamados que cayeron al vacío.
Guerra
Civil. La derecha vio en los desórdenes, que ellos mismos participaron
activamente en provocar, el inicio de una guerra civil; sin que tuviera ninguna
de las características de una verdadera guerra civil (enfrentamiento armado,
paralización de las instituciones, desmoronamiento de los poderes del Estado,
bandas descontroladas, muertos por todos lados, etc).
Crisis económica. También se afirma que la
Unidad Popular (UP) produjo una grave crisis económica y social, pero resulta
que según datos de Cepal, la economía de Chile creció en promedio -durante el
gobierno de Salvador Allende- en 1.2% anual, mucho más que en los primeros 10
años de dictadura; el salario real, el desempleo, la distribución de ingresos,
presentan mejores indicadores que en el largo período del gobierno militar; no
así la inflación que se disparó por el aumento de la demanda debido a salarios
reales más altos y al sabotaje que hicieron algunos gremios empresariales.
Durante la dictadura se produjeron crisis económicas mucho más serias y nadie
pensó en un Golpe de Estado.
Resumen: los resquicios legales
estaban contemplados en diferentes cuerpos jurídicos; las instituciones
funcionaban; los grupos armados eran débiles con armas y artefactos livianos
frente a un Ejército profesional; el país estaba dividido políticamente, pero
muy lejos de una guerra civil; la crisis económica no fue tal, incluso algunos
indicadores fueron de los mejores; había crecido el apoyo de la población a la
UP llegando al 43% del electorado.
Las razones de
fondo.
Los
EEUU tenían varias razones para intervenir contra el gobierno de Allende: en
primer lugar, el Gobierno de la UP –cómo era común en América Latina- se
cerraba en torno a la tesis cepaleana de la industrialización hacia adentro,
mientras las trasnacionales -con alta tecnología y abundante stock- necesitan
con urgencia imponer un modelo de economía abierta. Desde el inicio del
gobierno de la UP, la derecha preparaba un texto de apertura (Ladrillo),
elaborado por U. de Harvard y la U. Católica, con el fin de abrir la economía
chilena al mercado externo, desmantelar al Estado y privatizar empresas
públicas; el propósitos oculto era apertrechar a las FFAA de una nueva
ideología, como quedó confirmado luego del Golpe.
En
segundo lugar, los EEUU no permitirían –en medio de la Guerra Fría- la
propagación de una revolución socialista, por la vía pacífica, manteniendo las
libertades, que nacionalizaba los recursos naturales, expropiaba empresas
monopólicas, algunos bancos extranjeros, tierras de latifundios, incluyendo
empresas trasnacionales y fortalecía la capacidad empresarial del Estado. El
gobierno de la UP buscó alcanzar una sociedad más igualitaria, redistribuyendo
el capital monopolizado, a diferencia de lo que plantea, hoy día, las fuerzas
de izquierda, de redistribuir una pequeña parte de las utilidades del capital
concentrado.
En
el último año de gobierno de la UP hubo inflación y desabastecimiento, el
boicot se intensificó, se financiaron los paros del transporte y bloqueos de
carreteras; la agricultura reformada –donde no bajó la producción según
estudios de FAO- no tenía cómo acarrear los productos a la capital.
¿Podría
haberse superado los problemas políticos y económicos? Indudablemente que el
país podía ordenarse y consolidar los cambios. ¿Quería la derecha y los EEUU
superar la crisis? En absoluto. Desafortunadamente, la DC y la derecha movieron
los hilos para que la Cámara de Diputados, la Contraloría y la Corte Suprema
hicieran sendas acusaciones al gobierno.
Para
la derecha la causa del Golpe fueron los desórdenes, y guardan silencio sobre
la participación que ellos tuvieron en provocarlos. Alegan que se había
sobrepasado el estado de derecho cuando ellos mismos lo promovieron. Los
desórdenes fueron la respuesta de la derecha y la CIA a los cambios profundos
que llevó a cabo el gobierno de la UP, como está ampliamente documentado.
El
pretexto más difundido del Golpe fue para tranquilizar al país, pero la razón
de fondo, la verdadera, fue para tranquilizar los negocios de la oligarquía y
del Imperio, y echar andar una revolución capitalista que requería refundar la
institucionalidad, la economía, la política y las relaciones entre capital y
trabajo.
Visto
en la perspectiva del tiempo, se observa claramente, que mientras para la
derecha y la CIA el golpe era necesario, para las FFAA fue una intrusión
indebida a favor de uno de los bandos, con la idea fija del anti marxismo y del
liberalismo a ultranza. Las FFAA escogieron la peor de todas las opciones. En
esta trenza de intereses se fraguó un Golpe que impuso a sangre y fuego un
capitalismo ultra amparado por una democracia hecha a la medida de los grupos
dominantes.
¿Podría
repetirse el Golpe Militar?
¿Qué
significa ser golpista? Promover las condiciones que permitan la irrupción de
la fuerza militar con el propósito de derrocar y apoderarse del gobierno
establecido, para resolver un conflicto político a favor de uno de los bandos.
De aquí surge un principio básico: quien defiende el golpe del 73’, es un
golpista potencial. Fue más fácil que la izquierda dejara de ser
revolucionaria, a que la derecha dura, la vinculada a los monopolios privados,
deje de ser golpista, ellos todavía aplauden el Golpe. La derecha por las armas
volvió a apropiarse del país, porque el proyecto socialista chileno no fue
derrotado por la política, ni por la soberanía popular, sino por el alzamiento
militar patrocinado por los EEUU y la Oligarquía para destruir una economía y
una institucionalidad. Las armas dispararon contra un proyecto de sociedad,
para proteger otro que convenía a los EEUU y oligarquía criolla. En esos
momentos el peor enemigo de la derecha era una democracia que no los protegía.
La historia confirma que la democracia vale en la medida que la derecha la
controle.
La
conducta actual de la derecha tiene varios vericuetos sinuosos: por una parte,
apoyan el Golpe de Estado (eliminó a los enemigos de la oligarquía y del
imperio); pero, no justifican los “excesos” (no apoyan los crímenes, con lo
cual se eximen de culpa, y trasladan a los militares toda la responsabilidad
penal); sin embargo, comulgan con la reforma económica e institucional que
impuso el Gobierno Militar (les devolvió sus bienes, se apropiaron de las
empresas públicas, amarró el modelo a la Constitución, y promulgó normas que
hacen imposible el cambio constitucional); también apoyan la política social de
la dictadura (bajó los costos de la mano de obra, combatió las organizaciones
de clase y redujo los derechos laborales). Pero, como el diablo baila donde
están los intereses, los aplausos de la derecha a los militares golpistas
terminó al final, en 1988, en traición (en el año 73’ toda la derecha fue
golpista, salvo alguna excepción honrosa, cuando se sintieron protegidos y
seguros con el sistema político y económico incorporado a la Constitución del
80’, una parte de ella le dio vuelta la espalda a su protector y votó por el NO
contra la continuidad del Gobierno Militar).
Recuperar
confianzas.
Para
recuperar confianza en las FFAA, no basta el loable anuncio de “Nunca más se
Repita”, manteniendo la misma doctrina militar que permitió el golpe. No basta
que hoy tengamos FFAA obediente a una Constitución, cuando fue fabricada por
ellos mismos. No basta que se declaren independientes de la política y de los
grupos o clases sociales, cuando buena parte de la derecha y del empresariado
resucitaron o surgieron bajo el techo protector de la administración militar.
Se
requiere algo más importante para cerrar las puertas a otro Golpe: que efectúen
una profunda revisión crítica de sus principios, de sus relaciones con los
EEUU, con el papel desempeñado en los 17 años de golpe, redefinan su posición
frente al poder civil, y revisen la doctrina de Seguridad Nacional; para que en
ningún caso intervengan destruyendo la institucionalidad democrática, ni
sustituirla por una confeccionada a la medida de los intereses de uno de los
bandos; que interioricen la idea que el peor delito que pueden cometer es
maltratar a su propio pueblo, que es la matriz que produce soldados y recursos.
Los militares son espectadores, no actores del poder civil. Las crisis
políticas por profunda que sean no la resuelven las FFAA.
Las crisis
políticas ¿quién debe resolverlas?
Un
tema es, que las FFAA se hagan una catarsis como cuerpo armado y revisen su
ideario, y otro, que se incorpore a la Constitución el derecho soberano del
pueblo -como la instancia superior y definitiva- para resolver los conflictos
políticos y aquellas decisiones de gobierno que atañen al interés de la
sociedad chilena. Un país se estabiliza cuando incorpora la opinión del pueblo
a las grandes decisiones nacionales. Lo que autoriza o permite la ciudadanía no
es tema de conflicto. Quien garantiza el orden constituido es el pueblo no las
armas. Los países que consultan a sus pueblos no tienen crisis inmanejables.
Mientras más poder tenga el pueblo para resolver los temas que atañen al
interés nacional, menos espacio tendrán los conflictos y los golpistas. En
Chile nadie es más fuerte que las FFAA, pero, también, en democracia, nadie es
más poderoso que la voluntad de los ciudadanos. Es indispensable que el pueblo
tenga injerencia y mecanismos para resolver los problemas internos para evitar
conflictos mayores que se resuelvan por la fuerza o represión.
En
Chile tenemos ad portas un período complejo de luchas sociales por cambios. Los
cambios sociales implican resistencia y lucha de intereses, ese es el proceso
dialéctico de reacomodo que siguen las sociedades en busca de un destino más
equilibrado; que los cambios sean bruscos o suaves depende de las fuerzas
internas, magnitud y profundidad de ellos.
Una
democracia, como la chilena, sin mecanismos para desfogar sus tensiones
políticas, acumula presiones y conflictos cada vez más graves. Para que la
institucionalidad no se rompa, y podamos resolver las diferencias sin represión
o sin un baño de sangre, es necesario fijar los procedimientos para dirimir los
conflictos políticos que afecten al país. El temor al Golpe se elimina o
disminuye significativamente trasladando el poder final a la decisión de la
soberanía popular. Allí se encuentra la última instancia, la palabra final.
Enrique
Astorga Lira
Abogado
y ex consultor de Cepal, Pnud y OIT.