The New York Times | Galería: una mirada a todas las caras del conflicto colombiano | Por DAVID GONZALEZ 28 febrero, 2017


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Macondo: Memoria del conflicto colombiano

Macondo: Memoria del conflicto colombiano

CreditÁlvaro Ybarra Zavala/Archivo Macondo
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En Colombia, la dejación de las armas será apenas el inicio de la paz. La tarea más ardua, en especial tratándose de un conflicto que se ha extendido durante décadas, es encontrar la paz social. El fotógrafo español Álvaro Ybarra sabe que esa es la situación en el país, donde el año pasado los legisladores aprobaron un acuerdo de paz con los rebeldes de las Farc. Cada quien tiene sus propias quejas, dijo, pero además hay percepciones muy distintas del conflicto, ya que la gente que vive en las grandes urbes desconoce en buena medida las penurias vividas por sus compatriotas en zonas remotas.
“La gente ha crecido en este monólogo de miedo y no ha considerado las otras realidades del conflicto”, explicó Ybarra. “Es como si sus recuerdos hubieran sido secuestrados. Vivieron vidas paralelas. Mis amigos en Bogotá no tenían idea de lo que estaba ocurriendo en otras partes del país y viceversa. Los unos no se enteraron de los problemas de los otros. Ese silencio me aterró”.
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Caquetá, abril de 2016. Un grupo de civiles asiste a una representación del vía crucis en la comunidad de Puerto Camelias del Caguán. CreditÁlvaro Ybarra Zavala/Archivo Macondo
Los acuerdos, dijo, abrieron la posibilidad del diálogo y él está poniendo su granito de arena. En abril presentará su nuevo libro, Macondo: Memoria del conflicto colombiano. Con una visión optimista, ha donado un archivo de imágenes que captó en Colombia durante los últimos 14 años y está alentando a otros a seguir su ejemplo y poner a disposición de la gente recursos para entender el alcance de la historia reciente de su país.
“Lo peor que puede ocurrir cuando se ejecuta, roba o desplaza a una persona es que caiga en el olvido”, dijo. “Sin embargo, la memoria histórica es importante para el futuro del país. Y si hablamos de memoria, hay que ponerla a disposición del pueblo colombiano”.
Ybarra, de 37 años, fue por primera vez a Colombia en 2003, invitado por amigos que había conocido durante un periodo de prácticas en CNN. Sus amigos sugirieron que tal vez le gustaría echar un vistazo a lo que ocurría con los residentes afrocolombianos que estaban siendo desplazados del departamento de Chocó. Cuando llegó ahí, dijo, “era una zona olvidada”, que le recordaba algunas de las historias que había fotografiado en Ruanda y El Congo.
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Medellín, febrero de 2015. Una madre llora por su hijo desaparecido durante una vigilia semanal, organizada cada viernes por la Asociación de Madres de la Candelaria para recordar a los desaparecidos y exigir su regreso. CreditÁlvaro Ybarra Zavala/Archivo Macondo
A medida que desarrollaba su interés por fotografiar distintas regiones, Ybarra observó que distintos grupos en diversas regiones no tenían conocimiento de lo que estaba ocurriendo fuera de su zona. Aunque ciudades como Bogotá eran lugares cosmopolitas con oportunidades y desarrollo, descubrió lugares donde el Estado de derecho estaba ausente.
“A lo largo de los años, vemos estas distintas Colombias”, dijo. “Un campesino puede vivir en algunos lugares donde la única presencia del Estado son las bombas que arroja el ejército. No se conoce la inversión en la comunidad o qué opina un ciudadano común del Estado. En otros lugares los grupos ocuparon el lugar del Estado y siempre vivieron en estrecha proximidad. Sin embargo, cuando llegaba el ejército, estas pobres personas tenían el estigma de ser considerados guerrilleros”.
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La Unión Peneya, Caquetá, 2013. Miembros y amigos de una familia durante el funeral de Benjamín, un joven de 18 años obligado a hacer el servicio militar tras su arresto en un retén. Considerado un traidor, el adolescente fue asesinado por las Farc. CreditÁlvaro Ybarra Zavala/Archivo Macondo
Aquellas diferencias sentaron las bases de su proyecto como parte de una reflexión para que las personas entiendan lo que otros han experimentado durante el conflicto, así como las contradicciones que surgieron.
“Colombia me mostró la dualidad de los seres humanos en guerra”, dijo. “Más que nada, fue un ejemplo de lo que viví en mi niñez: cómo uno tiene la capacidad de destruir lo que quiere en la vida”. Durante su infancia en España, conoció de cerca a algunas personas cuyas familias habían quedado devastadas por la adicción a la heroína.
Esa capacidad de autodestrucción, cuyos ecos observó en Colombia, dejó una profunda huella en él, lo que contribuyó a que su proyecto en Colombia fuera tan personal.
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Cauca, julio de 2016. Tania y Claudia, dos guerrilleras de las Farc-EP, se preparan para una fiesta organizada por la guerrilla en uno de sus campos. CreditÁlvaro Ybarra Zavala/Archivo Macondo
Pese a ese vínculo personal, Ybarra se sintió obligado a restituir algo al pueblo colombiano, por lo que donó su archivo a la Fundación Gabriel García Márquez.
“Este trabajo no es mío, es parte de la historia colombiana”, explicó. “No tengo derecho alguno sobre él. Quiero devolverles las imágenes captadas”.
Ybarra espera persuadir a otros fotógrafos de unirse a su esfuerzo.
“¿En qué mejores manos pueden quedar sus historias que las de la sociedad?”, dijo. “Colombia me ha dado mucho. Perdí amigos. Me marcó como fotógrafo. Es un país donde he visto lo mejor y lo peor de los seres humanos. Siempre estaré en deuda, así que esta es una forma de devolverle algo de lo que me ha dado”.
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