The New York Times | ANÁLISIS >> Los Mossos y el impacto emocional del terrorismo | Por AGUS MORALES 27 de agosto de 2017


Personal de los servicios de emergencia y policía marchan sosteniendo un letrero que dice "No Tinc Por" (No tengo miedo) en Barcelona, el 26 de agosto. CreditDavid Ramos/Getty Images

BARCELONA — Han puesto pantallas gigantes en la manifestación y la gente sigue la realización como si fuera un partido de fútbol. Plano del rey de España: abucheos. Plano general de la cabecera de los políticos: siguen los abucheos, aunque remiten ante la mezcla de autoridades. Plano de los Mossos d’Esquadra, la policía catalana: ovación.
Esta es la fotografía de la capital catalana más de una semana después de los atentados terroristas en Barcelona y en Cambrils. El impacto emocional de los ataques ha desembocado, entre otras cosas, en un agradecimiento casi acrítico a las fuerzas del orden, que son aplaudidas en las calles y en las redes sociales.
No tinc por (“No tengo miedo”, en catalán) fue el lema bajo el cual 500.000 personas, según la Guardia Urbana, salieron ayer a manifestarse contra el terrorismo. Y muchas demostraron que no tenían miedo: ni del terrorismo ni de exhibir banderas ni de señalar a sus héroes y verdugos.
Fue como si todas las manifestaciones de Barcelona, ciudad referente en movilizaciones y pasión política, se condensaran en una. Las grandes esteladas (banderas independentistas) de las protestas de los últimos años. Las enseñas de España alzadas por un grupo menos nutrido que se siente agraviado. Las pancartas antibelicistas. Y gente confundida ante el abanico ideológico desplegado en la protesta.
Incluso el consensuado No tinc por podía interpretarse de otra forma. En la confluencia de Paseo de Gracia con Plaza Cataluña, al concluir la manifestación, se cruzaron un grupo con esteladas y otro con banderas españolas. Se miraron a la cara. Unos y otros, desafiantes, empezaron a gritar un No tinc por que, a medida que arreciaba, más que al terrorismo parecía referirse a la España del otro, a la Cataluña del otro.No faltó nadie. Había taxistas y monarcas, floristas y policías, bomberos y políticos, turistas y alcaldes, médicos y activistas. No faltó ninguna proclama. “Islam no es terrorismo”. “Gracias, Mossos”. “Vuestras políticas, nuestros muertos”. “Ni yihad ni cruzadas”. “Ni Estado Islámico ni imperialistas; con los pueblos de Siria e Irak”. “No a la islamofobia”. “Felipe (en alusión al rey), quien quiere la paz no trafica con armas”.

La respuesta a los atentados

La manifestación fue insólita por muchos motivos. Era la primera vez que Felipe VI acudía como monarca a una concentración. Y también era la primera vez que los Mossos la encabezaban, en este caso junto a otros cuerpos: servicios de emergencia y bomberos.
Desde que el 17 de agosto Younes Abouyaaqoub entró a toda velocidad al volante de una furgoneta en la Rambla de Barcelona y arrolló a todo aquel que se encontró en su camino, los Mossos estuvieron al frente del dispositivo para desmantelar la célula terrorista que después también intentaría atentar en Cambrils.
“Nuestro objetivo prioritario era resolver la situación lo antes posible”, dice Albert Oliva, portavoz de Mossos. “Si había que hacer detenciones, hacerlas. Si se tenía que abatir a personas, hacerlo”.
Abatir es el eufemismo con el que durante los últimos días autoridades y medios de comunicación se han referido a disparar y matar. La policía catalana acabó deteniendo a cuatro personas y matando a otras seis, entre ellas Younes, que había logrado escapar del concurrido centro de Barcelona y llegar hasta Subirats, a más de 40 kilómetros.
La respuesta policial cosechó elogios y algunas críticas. La mayoría de estas no fueron dirigidas al uso de la violencia, sino, por ejemplo, a la lentitud para relacionar el atentado en la Rambla con una explosión fortuita que hubo en la víspera en Alcanar, en el sur de Cataluña, donde una parte de la célula preparaba un gran atentado con bombas que finalmente no pudo llevar a cabo.

La policía de Cataluña

Ni en Madrid ni en Barcelona se ignora que esta fue la primera exposición global de los Mossos, ni tampoco, en medio del proceso independentista que se vive en Cataluña, que unas fuerzas de seguridad propias son un elemento indispensable para la creación de un Estado.
En 1983, tras el fin del franquismo y la instauración de la democracia, el Parlamento de Cataluña adopta el nombre de Mossos d’Esquadra para crear el cuerpo policial catalán. Un nombre lleno de reminiscencias históricas: a principios del siglo XVIII, se habían fundado las Escuadras de Paisanos o Mossos d’Esquadra para mantener el orden y vigilar los caminos.
El primer despliegue de agentes de Mossos d’Esquadra se produjo en 1994, y llegaron a todo el territorio catalán en 2008, en un proceso lento y marcado en ocasiones por la polémica.
Los Mossos están en el centro de algunas de las tensiones entre Madrid y Barcelona. También estos días. Los sindicatos de Guardia Civil y Policía (los dos principales cuerpos españoles) criticaron en un comunicado la “exclusión dolosa” y el “aislamiento” que según ellos sufrieron durante la investigación y la gestión de los atentados. Desde Cataluña se exige la incorporación a la Europol (policía europea) y el acceso a toda la información necesaria para hacer frente al terrorismo. El presidente catalán, Carles Puigdemont, ha acusado incluso al gobierno español de “hacer un uso político de la seguridad”.
En paralelo a la investigación y al desmantelamiento de la célula terrorista, los Mossos desarrollaron desde el minuto cero un intenso plan de comunicación en redes sociales que logró conectar directamente con una ciudadanía asustada, ávida de que le dijeran que la pesadilla ya había terminado.
“Desde los atentados de París, empezamos a trabajar en este protocolo”, dice Patrícia Plaja, jefa de Comunicación de Mossos. “Cada vez que había un atentado en Europa o Estados Unidos, analizábamos cuál era la comunicación de crisis que habían hecho las principales instituciones, sobre todo, servicios de emergencia y policía”.
En los primeros instantes, ante el caos, la confusión y la difusión de algunos rumores, en redes sociales corrió el mensaje —letal para los informadores— de “solo hacer caso a fuentes oficiales”. Los Mossos supieron aprovechar este clima de incertidumbre.
“Teníamos claro que en un hecho de esta magnitud no podíamos atender a todos los periodistas de forma individual”, dice Plaja. “Era imposible, por un tema técnico y de personal. Y también teníamos que dar un servicio a la ciudadanía. Así que la forma más clara y directa fue Twitter, que era nuestro portavoz virtual”.
La imagen que escoge Plaja para definir la estrategia es elocuente.
“Todo el mundo tenía que sentir que a su lado tenía a un policía que le explicaba lo que estaba sucediendo en aquel momento”, dice.
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Una furgoneta de los Mossos d'Esquadra cubierta de flores por los habitantes durante la marcha del 26 de agosto
para protestar por los atentados del 17 de agosto en Barcelona, España CreditQuique García/European Pressphoto Agency
A la claridad y concisión en los mensajes en las redes sociales las acompañó la labor sosegada del portavoz oficial y jefe del cuerpo, Josep Lluís Trapero, que tuvo incluso su momento de gloria insospechada cuando contestó una pregunta en catalán y un periodista holandés abandonó la sala de prensa por no hacerlo en español.
“Bueno, pues molt bé (muy bien), pues adiós”, dijo, campechano, el jefe de los Mossos. La frase se hizo viral e incluso se imprimió en camisetas.

Furgonetas cubiertas de flores

Antes de que arrancara la manifestación del sábado, decenas de personas se concentraron en un acto para distanciarse de las autoridades y lanzar un mensaje antibelicista. Todas vestidas de azul: el de ese Mediterráneo que ya se ha tragado más de 2400 vidas este año. Era el sector crítico.
“Entendíamos que teníamos que participar en la manifestación oficial para estar al lado de las víctimas”, dice Anna Palou, portavoz de Stop Mare Mortum, una de las entidades convocantes. “Pero con una voz crítica, intentando ir a las causas, a la raíz de lo que ha pasado, de las guerras, de la inversión en armamento, de las políticas de fronteras”.
Entre los colectivos que convocaron ese acto se encontraban algunas de las pocas voces críticas con la policía catalana.
En los últimos años, los Mossos han recibido duros reproches, sobre todo, desde los movimientos sociales, por su brutalidad policial. Aún siguen en la memoria colectiva episodios como las amputaciones de ojo sufridas por Ester Quintana por el uso de balas de goma, la muerte violenta de Juan Andrés Benítez, el desalojo violento de manifestantes en la Plaza Cataluña durante las protestas indignadas de 2011 y los malos tratos en una comisaría.
“Hemos detectado una sensación de elogio hacia las fuerzas de seguridad que han actuado en el momento del atentado y después”, dice Palou. “Es evidente que es necesaria su actuación, pero tenemos una posición crítica. No queremos estar al lado de estas fuerzas de seguridad. Tenemos dudas de si a la violencia hay que responder con más violencia”.
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Marcha bajo el lema "No Tinc Por" (No tengo miedo) para protestar por los ataques del 17 de agosto en Barcelona, España CreditAlberto Estévez/European Pressphoto Agency
El sentir mayoritario en la manifestación, con el atentado aún fresco en la memoria, es otro. Las masas engalanan con flores una furgoneta de los Mossos, que reciben apretones de mano y muestras de cariño de la gente. Se organizan pasillos espontáneos para aplaudirlos. Hacen lo mismo con otros cuerpos policiales o con los servicios de emergencias, pero quienes más flores se llevan son ellos.
“La tarea de los Mossos es fantástica”, dice Marc Mateos, que lleva una bandera independentista y un cartel contra la monarquía española. “De doce miserables, hay seis muertos y cuatro detenidos (los otros dos fallecieron en la explosión fortuita de Alcanar). ¿Qué más se puede pedir?”.
En Plaza Cataluña, cerca de la Rambla, del lugar del atentado, se encuentran de nuevo un grupo de manifestantes con la estelada y con la bandera española. Nueve agentes observan la escena.
Esta vez nadie grita. Todos están de acuerdo. Se paran y aplauden a los Mossos.
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