The New York Times | ‘Es como en la guerra’: Puerto Rico ante una posible crisis de salud | Por LUIS FERRÉ-SADURNÍ , FRANCES ROBLES y LIZETTE ALVAREZ 27 de septiembre de 2017

    Una enfermera camina por un ala oscura en el Hospital del Maestro en San Juan, el martes.
Credit       Victor J. Blue para The New York Times


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SAN JUAN, Puerto Rico – Cuando el huracán María golpeó Puerto Rico, María Martínez Espada, de 86 años, se resbaló porque el agua se había colado a su apartamento y se rompió la cadera. Casi una semana después, los doctores del Hospital del Maestro no han podido operarla por un desabasto de material médico.
“El dolor es horrible”, dijo Martínez Espada desde su sofocante cama del tercer piso en el hospital, donde la directora médica, Verónica Rodríguez, dijo: “A las tres de la tarde hace tanto calor que es casi imposible soportarlo”.
Para los enfermos y los ancianos, el calor puede ser mortal. Sin electricidad suficiente, las máquinas de rayos X, las de tomografía computarizada y las de cateterismo cardiaco no funcionan, y los generadores no tienen la potencia necesaria para echarlos a andar. Solo uno de cinco quirófanos está en funcionamiento. Es difícil encontrar diésel. Con la escasez de agua potable, hay otro peligro inminente: una posible crisis de salud pública debida a las condiciones insalubres.
En Washington, los funcionarios hicieron un barullo para mostrar su compromiso con las islas golpeadas por los huracanes mientras que los demócratas, y algunos republicanos, los presionaban para hacer más. El presidente Trump anunció que visitaría Puerto Rico y las Islas Vírgenes de Estados Unidos el próximo martes para asegurar a los habitantes que el gobierno federal estaba movilizándose para ayudar en la reconstrucción.
Un paso que dio Trump el martes fue desistir de un requisito que habría forzado a Puerto Rico, que está prácticamente en bancarrota, a contribuir con dinero al fondo federal de emergencia.“Ambos quedaron devastados —y quiero decir totalmente devastados— por el huracán María”, dijo. “Y estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para ayudar a la gente más afectada de los dos lugares”.
El gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, alabó a Trump en una entrevista el martes, en la que dijo que había hablado con él cinco veces y había participado en la sesión informativa en la Sala de Situaciones. “Ha estado actuando de manera proactiva”, dijo Rosselló, y añadió que el presidente declaró a Puerto Rico zona de desastre desde que la tormenta comenzó a destruir la isla. Sin embargo, “aún necesitamos más, y el presidente lo entiende y su equipo lo entiende”.
El gobernador subrayó que lo que la isla experimentó este mes fue un desastre extraordinario. “En el lapso de dos semanas, Puerto Rico recibió dos huracanes, de categorías cuatro y cinco”, dijo. “Eso nunca había pasado en ningún lado. La devastación ha sido enorme”.
De hecho, Puerto Rico es un amasijo de arreglos desesperados: con 3,4 millones de personas que improvisan maneras de conseguir los muy necesitados medicamentos, diésel para sus generadores, comida para sus despensas y agua para tomar o bañarse. Sin elección, la gente espera sin descanso, algunas hasta un día para conseguir gasolina o bien horas para comprar comida en los supermercados locales, que solo dejan entrar a 25 personas al mismo tiempo para evitar tumultos.
Hay algunos avances. El gobernador dijo el martes que 450 de las 1100 gasolineras de la isla ya están trabajando. Hace dos días, eran solo 181.
Los peligros a la salud se acumulan. El gobernador Rosselló dijo el martes que hacer que todos los hospitales de la isla estén en funcionamiento es una prioridad.
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María Martínez Espada tiene la cadera rota, pero los doctores del Hospital del Maestro no han podido operarla
 por un desabasto de materiales médicos. CreditVictor J. Blue para The New York Times
Los hospitales han quedado paralizados por las inundaciones, daños y escasez de diésel. El gobernador señaló que veinte de los hospitales de la isla están funcionando bien. El resto no están en condiciones de operar, y los funcionarios de salud están tratando de determinar si se debe a que carecen de generadores o de combustible, o bien a que sufrieron daños estructurales. Los cinco hospitales en Arecibo, la ciudad más grande de Puerto Rico en términos de tamaño, no de población, están cerrados.
Para empeorar las cosas, el 911 sigue sin servir, dicen los funcionarios.
“¿Qué piensan? Tiene que haber habido muertes”, dijo el Rafael Rodríguez-Mercado, el secretario de Salud de Puerto Rico. “No puedo darles una cifra, pero debemos tener conciencia y ser realistas. Decir que no sería mentir”.
Hasta ahora, siete hospitales generales regionales están aceptando pacientes. Los pacientes de la isla que requieren diálisis también están siendo atendidos. Pero nada de esto es sencillo. Se debería requerir que los hospitales contaran con generadores de emergencia, diésel, reservas de medicamentos y teléfonos satelitales, añadió el doctor. Incluso con esas precauciones, podrían surgir problemas. Hay suficiente diésel en la isla, pero hay escasez de conductores de camiones cisterna de gasolina —algunos no pueden llegar a su lugar de trabajo— y de gasolineras en funcionamiento. En Lares, el alcalde, Roberto Pagan, dijo que el hospital municipal casi tuvo que cerrar ayer porque se le acabó el diésel.
“Hemos estado solucionando las emergencias”, dijo Rodríguez-Mercado. “Los hospitales te llaman y te dicen: ‘Me quedan dos horas de diésel’”.
La posibilidad de una crisis de salud pública es una gran preocupación, indicó. Las ratas y los animales en descomposición pueden propagar enfermedades, añadió el doctor. Sin agua corriente, quizá la gente no se esté lavando las manos, hirviendo el agua el tiempo suficiente o cocinando bien sus alimentos. Esto puede conducir a brotes de padecimientos gastrointestinales.
“Lo que me preocupa es la posibilidad real de epidemias”, añadió Rodríguez-Mercado.
Las grandes cantidades de mosquitos en la isla también podrían derivar en un resurgimiento de enfermedades transmitidas por ellos, como zika, dengue o chinkunguña, según los doctores.
Otro factor de estrés es la escasez de farmacias abiertas, en especial para los enfermos crónicos y las personas de edad avanzada. La mayoría de las farmacias en Puerto Rico siguen cerradas, aunque poco a poco están volviendo a abrir. Un vocero de la compañía CVS dijo que 21 de las 25 tiendas CVS en Puerto Rico ya están abiertas, incluidas 17 farmacias. La primera reabrió el jueves pasado. Un vocero de Walgreens dijo que cerca de la mitad de las 120 tiendas en la isla están abiertas y funcionando con generadores, pero que sus horarios varían. Las tiendas también están recibiendo suministros de medicinas.
Sin embargo, muchas farmacias de Puerto Rico son propiedad de particulares y no forman parte de grandes empresas. Con tanta gente solicitando medicamentos, algunos dueños de farmacias que conocen a sus clientes les están proporcionando los medicamentos sin las recetas requeridas o sin solicitar el frasco anterior.
Los hospitales aún cuentan con los suministros adecuados y lo mismo sucede en muchas de las farmacias abiertas, pero existe la preocupación de que se acaben ya que los proveedores no pueden llegar hasta donde están, dijo Víctor M. Ramos Otero, presidente del Colegio de Doctores y Cirujanos de Puerto Rico.
Incluso cuando la gente encuentra sus medicamentos, a menudo no tienen con qué pagarlos. Sin electricidad, los cajeros automáticos no sirven y las tiendas no pueden aceptar pagos con tarjeta de crédito ni procesar los planes de seguro. Eso es lo que le sucedió a José Castillo cuando se presentó en la Express Care Pharmacy en Santurce, un vecindario de San Juan, el martes, esperando que le reabastecieran los antidepresivos que lo ayudan a dormir.
Los empleados de la farmacia estaban afuera, atendiendo a los clientes en la acera. La gerente, Yanissa Serrano, le dijo a Castillo que las pastillas costaban 25 centavos cada una, y que solo podía pagar en efectivo.
“Pero no tengo dinero”, dijo.
Ya con la paciencia agotada, Serrano explotó.
“Podría haber podido darle su medicina, pero ya robaron tres veces mi generador. ¡Tres! Gracias a las finas personas que viven en este barrio”, gritó. “Perdí mi casa. Perdí todo. Podría estar ocupándome de mi apartamento, pero en lugar de eso estoy aquí prestando este servicio a la comunidad, y así es como me pagan”.
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Una escena afuera de la sala de urgencias en el Centro Médico de San Juan, el martesCreditVíctor J. Blue para The New York Times
Antes del anuncio de Trump, el representante Luis Gutiérrez, un demócrata de Illinois, dijo en la cámara: “Lo que temo es que el gobierno federal no esté apurando el paso tan completa y prontamente como deberíamos hacerlo”.
“Esta emergencia no puede ser tratada en el congreso, por el presidente, por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por su sigla en inglés) y las demás agencias como solo una tormenta más”, añadió.
Sin embargo, Trump defendió la respuesta de la FEMA el martes.
“Hemos enviado cantidades enormes de comida, agua y provisiones a Puerto Rico, y continuamos haciéndolo cada hora”, dijo Trump. “Literalmente, estamos aterrizando con agua, comida y provisiones cada hora. Y en un aeropuerto devastado”.
No obstante, el martes el gobierno rechazó una solicitud para desistir de antiguas restricciones de envíos para ayudar a llevar combustible y provisiones a la isla. Los funcionarios argumentaron que las restricciones no están dificultando los envíos.
El administrador de la FEMA, Brock Long, dijo en la sesión informativa en la Casa Blanca que se han enviado más de doce barcos al área cargados con millones de alimentos y litros de agua potable, y que hay 10.000 empleados federales en el lugar.
Aviones de la Guardia Costera están llevando combustible, alimentos y agua desde Miami y Jacksonville. El barco hospital de la Marina USNS Comfort, con mil camas y doce quirófanos, también se dirige a la isla. Además, el Departamento de Defensa anunció que el Comando Norte de Estados Unidos hará llegar a un comandante a tierra en 24 horas.
“El problema de la respuesta en una isla es que no puedes conducir camiones como lo harías en tierras continentales de Estados Unidos”, dijo Will Booher, vocero de la FEMA.
Rosa Valentín, de 89 años, fue a cinco hospitales para que la ayudaran con las úlceras sangrantes de su pie. Una vela en la casa donde se estaba quedando inició un incendio. La evacuaron a través del inundado vecindario, y las vendas de sus piernas se mojaron.
“Dijeron que estaban llenos, dijeron que no aceptaban urgencias, o simplemente dijeron no”, dijo Millie Martínez, su hija. “O dijeron que no tenían generador y que habían transferido a todos sus pacientes”.
Terminaron en el Hospital de los Doctores en Santurce, a unos 80 kilómetros de donde comenzaron.
En el Centro Médico de San Juan, el hospital principal de la isla, la electricidad volvió a irse el martes, lo que ha obligado al personal a usar generadores que tienen que cargarse de combustible constantemente, dijo Jorge Matta González, el director ejecutivo de servicios médicos del hospital.
La sala de urgencias, activa aun cuando todo está bien, es un enjambre de pacientes, de doctores y enfermeras confundidos, tratando de atender a 164 pacientes al día. Solo dos de los 24 quirófanos están en funcionamiento. Afuera del Centro Médico, hay tiendas de campaña color beige que alojan a equipos médicos federales para desastres de Texas, Carolina del Sur y California.
“Es como en la guerra: trabajas con lo que tienes”, dijo Carlos Gómez-Marcial, el director de la sala de urgencias.
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