La victoria de Iglesias obliga al PSOE a trabajar como única alternativa
La victoria de Pablo Iglesias en el congreso de Podemos concluido ayer en Madrid confirma que la formación morada continuará el camino ideológico y estratégico seguido hasta la fecha. Su continuidad, sumada a la amplitud de los apoyos recibidos por sus propuestas programáticas, apuntala el Podemos más reacio a la participación en la vida institucional y parlamentaria que venimos viendo hasta la fecha.
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Triunfa pues el Podemos más radical y contestatario que se concibe a sí mismo como un movimiento populista que apoyándose en la fuerza de la movilización social y de la calle aspira a impugnar el orden establecido. Y sale derrotado el Podemos que muchos votantes contemplaron como una nueva formación que aspiraba a captar a los votantes de otros partidos, fundamentalmente socialistas, pero también abstencionistas que debido al auge de la desigualdad y los escándalos de corrupción habían dejado de sentirse adecuadamente representados por las fuerzas políticas existentes.
Esa derrota lo es también y sin paliativos del actual número dos y portavoz parlamentario, Íñigo Errejón, que ha intentado, sin éxito, convencer a los inscritos de la necesidad de moderar los planteamientos del partido e insertarlo eficazmente en las instituciones para así ganar credibilidad como fuerza de gobierno y ensanchar la base de apoyo electoral en unos próximos comicios. Que los malos resultados electorales que Podemos registró en junio de 2016, cuando la negativa a pactar con el PSOE y la alianza con Izquierda Unida le llevaron a perder más de un millón de votos, demuestren que las tesis del bloque liderado por Errejón tenían más recorrido político y electoral no hace sino ahondar en la conocida paradoja de que los militantes de los partidos, más ideologizados, raramente suelen coincidir en sus preferencias con las de los votantes de los mismos partidos, más pragmáticos.
Pero si algo resulta evidente del refrendo estratégico logrado ayer por Iglesias es que el PSOE no podrá contar con Podemos para gobernar, ni siquiera como apoyo parlamentario. Los socialistas quedan así situados como único partido de centro-izquierda con posibilidades de gobernar. Una soledad que ineludiblemente les obliga tanto a reunir un liderazgo unificador desde el punto de vista interno y que a la vez apele a amplias capas de la población como a poner en marcha un programa de gobierno creíble y de futuro que recupere los votos perdidos tanto hacia Podemos como hacia la abstención.
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