Seguramente no todos los 508 millones de habitantes de la Unión Europea reaccionaron igual a la derrota de Geert Wilders en las elecciones del martes en Holanda.
Pero no cabe duda de que el revés sufrido por "el Donald Trump holandés" fue recibido con un suspiro de alivio en la mayoría de las capitales europeas.
"Esta es una noche en la que Holanda, después del Brexit y las elecciones Estados Unidos, le dijo 'alto' al tipo de populismo equivocado", declaró el primer ministro holandés, Mark Rutte, una vez que se supo que su partido había conseguido el mayor número de escaños en el parlamento.
Y este concepto también fue retomado por los titulares de los principales diarios del continente.
"Holanda derrota en las urnas al populismo y la xenofobia", tituló, por ejemplo, el español El País mientras que el italiano Corriere della Sera optó por "Holanda, un freno a la ola populista".
Y los mensajes de felicitaciones -y alivio- de los principales líderes europeos tampoco se hicieron esperar, con el presidente francés François Hollande describiendo el resultado como "una clara victoria contra el extremismo".
Pero, ¿qué tan justificada es esta reacción a los comicios de un país con nada más 16,8 millones de habitantes?
Impacto simbólico
Para ofrecer una respuesta primero hay que considerar la plataforma de Wilders, quien entre otras cosas abogaba por la salida de Holanda de la Unión Europea y el abandono del euro.
Y también por la prohibición del Corán y el cierre de las mezquitas en tierras holandesas.
Un triunfo de su ultraderechista Partido para la Libertad (PVV) en la tradicionalmente tolerante Holanda habría, por ende, representado un duro golpe para el proyecto europeo.
Y también habría validado a los ojos de muchos el discurso nacionalista, populista y de extrema derecha que ya contribuyó al triunfo de Donald Trump en EE.UU. y al triunfo del Brexit.
Esto último habría sido, sin duda, el principal impacto de un mejor resultado de Wilders, pues en un sistema parlamentario como el holandés las posibilidades de que pudiera formar gobierno eran escasas incluso llegando de primero.
Pero con Francia y Alemania listas para celebrar elecciones este año, la importancia simbólica de un triunfo de la extrema derecha en Holanda no era algo para tomar a la ligera.
La ola populista
Efectivamente, los franceses están llamados a las urnas el mes que viene y se prevé que el ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen registre un importante progreso.
Y todo indica también que la extrema derecha representada por Alternativa por Alemania conseguirá sus primeras sillas en el parlamento alemán en las elecciones de septiembre.
Pero ahora muchos confían en que el dique holandés le quitará fuerza a lo que ya empezaba a parecer una ola incontenible, al demostrar que es posible ganar elecciones sin recurrir a discursos populistas anti-islam y anti Unión Europea.
De hecho, como destaca la corresponsal de la BBC en La Haya, Anna Holligan, los resultados de Holanda parecen contradecir la idea de que la UE se está desintegrando "con considerable éxito para los europeístas de la Izquierda Verde y D66".
Y Holligan destaca entre los grandes ganadores de la jornada al carismático líder de los verdes, Jesse Klaver, quien lideró una campaña en las antípodas de la de Geert Wilders.
Una batalla, pero no la guerra
La derrota de este último, sin embargo, también necesita ser puesta en perspectiva.
Aunque el PVV no logró su objetivo de convertirse en el partido con más escaños en el parlamento, la formación de Wilders sí logró aumentar su número de sillas, de 15 a 20, para convertirse en la segunda fuerza política de Holanda.
Y la reciente polémica entre los gobiernos de Turquía y Holanda muy seguramente favoreció al primer ministro Rutte, quien aún así vio como su partido perdía ocho escaños en comparación con el anterior parlamento.
Además, "el Donald Trump holandés" ya advirtió que seguirá dado batalla.
"No son los 30 escaños que esperábamos pero ganamos escaños... La primavera patriótica va a venir", prometió.
Por el momento, la Europa pro-UE puede respirar aliviada. Pero la guerra todavía no está ganada.
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