Donald Trump, en una imagen de archivo. En vídeo, la MSNBC muestra la declaración de la renta de Trump en 2005. REUTERS / VÍDEO: REUTERS-QUALITY
El oscuro mundo de las filtraciones volvió a jugar su carta en Washington. Uno de los secretos mejor guardados de la Casa Blanca, la declaración de la renta del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, salió anoche a la luz en el programa televisivo MSNBC. Fue un vistazo rápido y algo lejano a sus finanzas, no una visión completa. Sólo su declaración de la renta de 2005: año en que ganó 150 millones de dólares y, tras deducirse 100 millones en pérdidas empresariales, pagó 38 millones. Un 25% en impuestos.
Ni mucho ni poco. Trump no era en aquellas fechas tan fabulosamente rico como se pensaba, ni tan truhán con el fisco como algunos creían. La declaración resultó tan esperable y fue validada con tanta rapidez por la Casa Blanca, incluso antes de que saliera antena, que el periodista que obtuvo la exclusiva, el premio Pulitzer David Cay Johnston, afirmó públicamente que pudo habérsela filtrado el mismo presidente. Una práctica que durante años llevó a cabo en los más variados asuntos, incluidos los del corazón, cuando Trump llamaba a las revistas haciéndose pasar por un portavoz suyo y filtraba sus propios lances amorosos.
De ser cierta esta especulación, que el periodista redondeó al señalar que había encontrado los papeles en el dintel de su casa, sería una maniobra en campo contrario. Johnston, autor de The making of Donal Trump (La construcción de Donald Trump), una biografía tan demoledora como detallada del millonario, es un reconocido especialista en temas económicos. Lleva persiguiendo al magnate desde 1988, cuando empezó a investigar sus negocios de casinos en Atlantic City. Ambos son aparentemente enemigos y sin atisbo de colaboración posible.
En cualquier caso, la filtración desafía las leyes y rompe un secreto que el presidente, por primera vez desde Richard Nixon, se había negado a revelar. Bajo el argumento de que sus cuentas estaban siendo auditadas por el servicio fiscal, rechazó ofrecerlas al país. Esta negativa ha alimentado todo tipo de especulaciones en torno a su fortuna y sus fuentes de ingresos. El golpe de ayer tiende a difuminarlas. Pero en absoluto acaba con ellas. Es una declaración aislada de hace 12 años y solo ocupa dos páginas. La propia conductora del programa, la conocida Rachel Maddow, destacó que lo importante del caso es “alguien se había decidido filtrar el documento” y que esto “era sólo el principio”. La oposición demócrata lo vio de otro modo: "Si pueden revelar una parte de la información lo pueden hacer con toda; el único motivo para no revelar toda su declaración es esconder lo que hay ahí, como sus conexiones con los oligarcas rusos y el Kremlin", dijo el consejero del Comité Nacional Demócrata, Zac Petkanas.
La Casa Blanca, por su parte, dio un paso ambivalente. En su comunicado atacó en primer lugar a la emisora de televisión: “Deben estar ustedes desesperados por la audiencia cuando quieren infringir la ley para sacar una historia sobre dos páginas de impuestos de hace más de una década”. Pero acto seguido reconoció las cifras: “El señor Trump pagó 38 millones de dólares de un ingreso de más de 150 millones, además de pagar decenas de millones de dólares en otros impuestos por ventas y empleos. Y esta declaración ilegalmente publicada prueba exactamente eso. Pese a las importantes cifras de ingreso y pago, es totalmente ilegal robar y publicar las declaraciones fiscales. Los medios deshonestos pueden hacer de ello parte de su agenda, mientras tanto el presidente seguirá con la suya, que incluye una reforma fiscal para beneficiar a todos los estadounidenses”. Trump, extrañamente, no lanzó ningún tuit.
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