"Decían: 'no quiero hacer esto, estoy haciendo daño a otra persona'. Pero cuando el experimentador les insistía para que continuaran, lo hacían", cuenta el investigador Tomasz Grzyb.
Un equipo de científicos polacos ha recreado una de las pruebas de psicología social más crueles de la historia: el experimento de Milgram, el cual tenía como objetivo estudiar los límites de la obediencia ciega a la autoridad.
El propósito original del mismo era explicar por qué los soldados alemanes fueron capaces de masacrar a millones de personas inocentes durante la Segunda Guerra Mundial.
Para aquellos que no conozcan el experimento, les ponemos en situación: se pone a prueba la voluntad de una persona haciéndole propinar descargas eléctricas a otra mientras es instigado por uno de los conductores de la prueba, que repite constantemente la frase "continúe, por favor".
Aunque no se producía ninguna descarga real, los participantes creían que sí eran de verdad, ya que la persona 'torturada' les suplicaba que parara, cada vez con mayor vehemencia a medida que se incrementaba supuestamente la intensidad de la sacudida eléctrica.
Los participantes que pulsaban el interruptor hasta el final dejaba de escuchar los quejidos: la otra persona había 'muerto'.
Resultados aterradores
Sorprendentemente, los investigadores hallaron resultados igual de devastadores que hace 50 años: el 90% de los participantes estuvieron dispuestos a aplicar el nivel máximo de descarga.
De los 80 participantes, solamente 21 se mostraron indecisos a continuar con la prueba, pero la mayoría de ellos llegaron hasta el final, informa Science Daily.
Asimismo, el nuevo estudio descubrió que el número de participantes que se negaban a seguir las órdenes era tres veces mayor cuando la persona que recibía las descargas era una mujer.
La prueba no fue replicada en su totalidad debido a consideraciones éticas. Algunos de los participantes del primer experimento entraron en una fuerte depresión e incluso se llegaron a suicidar tras saber que habían sido capaces de matar a otra persona. Esta vez, los participantes recibieron atención psicológica al terminar la prueba.
"Electrocutar a una persona indefensa"
"Algunos decían que se sentían incómodos al oír a la otra persona gritando en la habitación de al lado. Otros simplemente decían: 'no quiero hacer esto, estoy haciendo daño a otra persona'. Pero cuando el experimentador les insistía para que continuaran, lo hacían", cuenta el investigador Tomasz Grzyb.
Grzyb destaca que medio siglo después del experimento original "una sorprendente mayoría de sujetos todavía están dispuestos a electrocutar a un individuo indefenso".