The New York Times | CINE > Reseña: ‘Buena Vista Social Club: Adiós’, desde lo más profundo | Por GLENN KENNY 29 de mayo de 2017


Eliades Ochoa, al centro, en una presentación registrada en el documental de Lucy Walker "Buena Vista Social Club: Adiós".  CreditBroad Green Pictures


En el documental de 1999 de Wim Wenders, Buena Vista Social Club, Ry Cooder contó algo que aprendió a hacer en los inicios del proyecto. Después de escuchar una melodía especialmente buena, hacía dos preguntas: “¿Quién la escribió?” y “¿Él o ella sigue con vida?”.
En esa época muchos de los escritores, músicos y cantantes que aparecían en el filme seguían vivos. Ibrahim Ferrer, el cantante que en la película de Wenders es llamado como “el Nat King Cole cubano”, apenas ganaba dinero para subsistir lustrando zapatos a unas cuantas calles del estudio donde Cooder y Juan de Marcos González trabajaban en lo que se convertiría en el disco de 1997, Buena Vista Social Club. Esa grabación, y la película que Wenders filmó posteriormente, convirtió en estrellas internacionales a Ferrer y a muchos otros músicos cubanos que ya se habían resignado al olvido.

Buena Vista Social Club: Adiós, el documental dirigido por Lucy Walker (y del cual Wenders es uno de los productores ejecutivos) es una secuela ejemplar y vital, además de una nota informativa de acompañamiento. No solo hace una crónica de las carreras durante los últimos años de vida de las estrellas de Buena Vista, muchas de las cuales han muerto desde entonces, sino que además relata algunas anécdotas dolorosas y fascinantes e insiste en darle a la música un contexto histórico y social.
No es tan poética ni tan armónica como el primer documental. Sin embargo, es más dura y analítica, con desafíos reales que se entremezclan con los placeres.El filme de Wenders no hizo mucho en ese aspecto; se conformaba con ser una película en la que se pasaba el rato con los músicos, capturando los momentos en que jugaban dominó mientras esperaban su turno ante el micrófono. Adiós muestra las acaloradas discusiones en las pruebas de sonido y revela la ambivalencia con la que algunos de esos músicos vivieron la fama tardía.



(Tomado de The New York Times)