El caso de Santiago Maldonado ha impactado a la sociedad y motivado un debate público. Pero en este debate ha faltado preguntarse cómo nos impacta como sociedad el fenómeno de las desapariciones, y qué efecto tiene en el entorno de los afectados.
Un continente se pregunta, desde todas las tribunas, dónde está Santiago Maldonado. El argentino de 28 años fue visto por última vez hace más de un mes, justo antes de un operativo policial del Gobierno argentino para evitar un intento de recuperación de territorios ancestrales del pueblo mapuche. El fin de semana pasado marcharon cientos de miles en las plazas de Buenos Aires y otras ciudades para reclamar su aparición con vida. Los medios europeos destacaron el hecho y los ojos del mundo miran este caso con miedo de que no se haya aún eliminado la represión y las desapariciones forzadas que con tanta tinta, sangre y lucha han intentado combatir.
Es un caso que ha impactado a la sociedad y motivado un debate público. Pero en este debate ha faltado preguntarse cómo nos impacta como sociedad el fenómeno de las desapariciones, y qué efecto tiene en el entorno de los afectados.
El 30 de agosto fue el Día Internacional del Detenido Desaparecido. A pesar de que se piensan superadas las prácticas de las dictaduras latinoamericanas, la estadística prueba lo contrario: Colombia, 60.000 desparecidos; Venezuela, 1.000; Brasil, 434; Argentina 30.000; Guatemala, 40.000; México, más de 30.000 víctimas, de acuerdo con cifras oficiales.
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En México, los ciudadanos también han salido a las calles a exigir acciones concretas, sin embargo esto nunca ha traído de vuelta a los que faltan. Según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 23.800 de las víctimas de desaparición son hombres y hay 8.477 mujeres no localizadas. La mayoría de las veces, las familias están solas. Consuelo Morales Elizondo, directora de Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos (Cadhac), señala que cuando hay una desaparición forzada, puede haber otras cuatro víctimas de las que no se sabe.
También comenta que la desesperación es lo que hace que las familias se lancen a la búsqueda ante la falta de atención de las autoridades, pero que solo la coordinación entre familias, organizaciones sociales y autoridades puede llevar a encontrarlos. "Para una sola familia, el dolor es muy fuerte", explicó Morales, y por ello es importante que la sociedad los acompañe. Las organizaciones de derechos humanos juegan un rol fundamental en denunciar como desapariciones forzosas y no como extravíos o desapariciones voluntarias estos casos, donde la búsqueda se debe iniciar inmediatamente y cada segundo es crucial.
Pueden ser muchas las razones que llevan a una desaparición y todos estamos expuestos. Se debe comenzar por derribar el mito extendido de que "andaba en malos pasos". Estos mitos frecuentemente entorpecen la búsqueda y minan aún más la confianza en las autoridades. Hoy sabemos que el 91.55 % de los desaparecidos no son criminales, que el hogar es el lugar principal de donde desaparecen las víctimas, y que es común la intervención de agentes estatales en el delito.
Si bien son muchos más hombres los desaparecidos, las mujeres también son víctimas. No solo porque son objeto de venganza en los casos donde sí está involucrado el crimen organizado, sino porque son las principales buscadoras de sus hijos e hijas desaparecidos. Morales detalla que en principio también son las esposas quienes buscan, pero solo las madres siguen hasta el final. Otro impacto que tiene el fenómeno de la desaparición en la vida de las mujeres es que, en la mayoría de los casos, son las abuelas las que se hacen cargo de los hijos e hijas de los y las desaparecidas, sin que haya las herramientas o instrumentos estatales que las apoyen.
Un fenómeno del que poco se habla, pero cuyo impacto social es profundo, es que la violencia en las entidades donde hay altas tasas de desapariciones y homicidios afecta en particular la vida de las mujeres. Acciones como salir a la calle, ir a la universidad, regresar a casa por la noche, se restringen para las jóvenes en lugares donde se ha identificado la desaparición como un patrón íntimamente relacionado con el feminicidio, en el que las más vulnerables son las niñas y adolescentes de entre 11 y 18 años.
Así, el fenómeno de la desaparición forzada no solo impacta al afectado directo o a su entorno, sino a toda la comunidad, limitando las libertades y la arduamente adquirida autonomía de las mujeres.
Magda Coss