Una operación de rescate en Houston, Texas, donde las graves inundaciones han aumentado los temores de los inmigrantes indocumentados que viven en esa ciudad. Tamir Kalifa para The New York Times |
HOUSTON, Texas — Este ha sido un año terrible para los cientos de miles de inmigrantes indocumentados que han echado raíces en Houston.
Las nuevas medidas migratorias ponen nerviosos a muchos: el gobernador de Texas, Greg Abbott, firmó una de las leyes más duras del país contra ciudades que no cooperen con las autoridades federales de inmigración (ciudades santuario). Y El presidente Donald Trump ha ampliado su mano dura en torno a los inmigrantes sin papeles y refrendó su promesa de construir un muro fronterizo.
Y ahora llegó el caos del huracán Harvey.
Las familias que se encuentran entre el estimado de 600 mil inmigrantes sin papeles en Houston —la cifra más alta de cualquier ciudad en Estados Unidos, con excepción de Nueva York y Los Ángeles, de acuerdo con el Pew Research Center— huyeron de sus casas para escapar de la inundación a pesar de su ansiedad de que los rechacen en los refugios o de enfrentar a hostiles agentes de inmigración.
“Los rumores son falsos, pero el miedo aún está ahí”, dijo González, un inmigrante del norte de México, e hizo énfasis en que era uno de los que “tenían suerte” porque está legalmente en Estados Unidos.“La gente estaba diciendo que los agentes de inmigración vendrían a revisar nuestros papeles”, dijo Eloy González, de 40 años, un conductor de camiones que logró llegar al creciente refugio en el centro de convenciones George R. Brown. Todo lo que tenía era la ropa empapada que llevaba cuando escapó de la inundación en Pasadena, un suburbio de Houston donde miles de inmigrantes viven.
Aunque los líderes políticos en Houston buscaron tranquilizar a los residentes de que no se llevarían a cabo medidas de control migratorio de rutina en los refugios ni en los bancos de alimentos, muchas personas que abandonaron sus hogares expresaron su preocupación en torno a lo que describieron como señales mixtas de las autoridades de inmigración ante la agitación respecto al huracán Harvey.
La Patrulla Fronteriza no suspendió operaciones en puestos de control en Texas el sábado, incluso después de que la tormenta causó destrucción en partes del estado, lo cual atrajo fuertes críticas por parte de activistas de derechos humanos, quienes dijeron que la decisión ponía en riesgo a las familias de inmigrantes sin papeles y de estatus mixtos.
Los funcionarios de la Patrulla Fronteriza buscaron calmar los temores, y afirmaron que los puntos de control en Texas están al sur de las zonas afectadas por la tormenta, pero los grupos a favor de los derechos humanos señalaron que muchas personas en Houston podrían pasar por los puntos de control para reunirse con familiares o buscar refugio en México.
Las declaraciones públicas de algunas autoridades de inmigración contribuyeron a la sensación de confusión e intranquilidad. Mediante una declaración conjunta el martes, la Patrulla Fronteriza y el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos, o ICE por su sigla en inglés, dijeron que el cumplimiento de rutina no se llevaría a cabo en sitios de evacuación, refugios ni bancos de alimentos.
Sin embargo, en la misma declaración las organizaciones establecieron: “Las leyes no se suspenderán, y estaremos al tanto de cualquier iniciativa por parte de criminales de aprovechar el caos provocado por la tormenta”.
Mientras muchos inmigrantes lidiaban con la inundación de sus casas, una sensación de temor en torno a las políticas federales y estatales en materia de inmigración invadió los refugios en Houston y en otras partes del estado donde la gente se está acomodando mientras la lluvia sigue cayendo.
Houston, una de las ciudades más diversas de Estados Unidos por recibir un enorme influjo de inmigrantes y refugiados de todo el mundo en décadas recientes, ejemplifica los trasfondos de la oportunidad y la angustia. Los emprendedores vietnamitas e indios dominan ciertas áreas, donde dirigen restaurantes y tiendas. La ciudad es hogar de la población afgana de refugiados más grande de Estados Unidos.
Sin embargo, el mayor grupo proviene de Latinoamérica, y muchos de ellos son inmigrantes sin papeles que cruzaron la frontera para ocupar trabajos en restaurantes, hoteles y sitios de construcción.
Houston ha sido el destino de miles de centroamericanos que escapan de la violencia de las pandillas y la pobreza desde 2014, dicen los activistas. Generalmente, las madres que llegan con niños reciben monitores de tobillo que rastrean sus movimientos mientras esperan a que su caso de asilo se determine. Los monitores, que son estorbosos, deben cargarse cada 12 horas más o menos. Incluso en condiciones normales, provocan heridas y erupciones.
Sembrando confusión y miedo entre algunas personas aquí, más de dos decenas de agentes de la Patrulla Fronteriza de un destacamento de operaciones especiales en el sur de Texas llegaron a Houston con una decena de embarcaciones para ayudar en los esfuerzos de socorro de emergencia.
No obstante, a Manuel Padilla Jr., un agente en jefe de la patrulla, le pareció necesario aparecer en las noticias locales de Univisión para asegurarle a la gente en español que los agentes estaban ahí para salvar las vidas de las personas que estaban en peligro a causa de la tormenta, no para revisar sus documentos.
Para muchos inmigrantes indocumentados, el solo hecho de ver botes de la Patrulla Fronteriza en sus calles inundadas fue suficiente para asustarlos. “Tan solo física y visualmente ver a la Patrulla Fronteriza allá afuera ha causado pánico”, dijo César Espinosa, director ejecutivo de FIEL Houston, una organización de derechos de inmigrantes. “Creyeron que venían por ellos”.
La falta de confianza ha aumentado entre los inmigrantes desde que el presidente Trump tomó posesión en enero y los arrestos de inmigración —sobre todo, los de personas sin antecedentes criminales— se aceleraron.
“ICE siempre dice una cosa y hace otra”, dijo Barbie Hurtado, una organizadora comunitaria de RAICES, el grupo de servicios legales de San Antonio. “El miedo está ahí afuera. La gente no quiere salir ni decir quiénes son ni buscar ayuda”.
Hurtado dijo que han contribuido al miedo los reportes de que Trump está considerando terminar con un programa del gobierno de Obama que les ha dado permiso de quedarse y trabajar a cerca de 800 mil inmigrantes que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños.
Para algunas de las familias que duermen en catres en el centro de convención de Houston, las señales que están llegando desde Washington y la capital del estado, Austin, fueron claras y alarmantes.
“Todo lo que quiero es trabajar mucho y criar una familia”, dijo Jorge, un empleado de 43 años de una empresa de banquetes de Houston. No quiso dar su apellido, y explicó que había buscado un refugio con su esposa y tres hijas después de que se inundó su casa. Cuando le preguntamos acerca de su estatus de inmigración, simplemente vio el suelo y dijo que él y su esposa se mudaron a Houston hace años desde Guanajuato, en el centro de México.
“Aquí es donde estamos en este momento, a merced de los elementos”, dijo. “Ya teníamos mucho miedo. Sería una desgracia que vinieran por nosotros en este momento”.